La protesta, masiva, acabó con disturbios entre manifestantes y policía. Los agentes actuaron con virulencia ante el envite de pequeños grupos de alborotadores. Al menos 34 personas fueron detenidas y 64 resultaron heridas, 27 de ellos policías.
Madrid amaneció sitiada por la policía. Y así siguió durante toda la jornada. La protesta convocada por la plataforma ¡En Pie! y la coordinadora 25-S, que discurrió de manera pacífica durante todo el día, acabó convirtiéndose en una verdadera batalla campal en las primeras horas de la noche. Los disturbios comenzaron cuando algunos grupos de alborotadores intentaron avanzar hacia el perímetro de seguridad que rodeaba el Parlamento y buscar el contacto con los agentes, que respondieron con virulencia. Algunos manifestantes llegaron incluso a lanzar trozos de adoquines y otros objetos a los policías. Mientras, otros, intentaban relajar los ánimos, llamar a la calma e intentar que la movilización, como defendieron sus convocantes desde un principio, no derivara en una acción violenta. A pesar de los porrazos y de lo contundente de su actuación, la policía no consiguió atajar la protesta.
No obstante, las primeras actuaciones violentas de policía y manifestantes tuvieron lugar antes de las 21.30 horas, que era el límite que la Delegación del Gobierno había establecido para la celebración de cualquier acto de protesta. Más tarde hubo otros conatos de violencia, que fueron respondidos con sentadas ante los agentes.
Los diputados pudieron salir del Congreso sin ningún problema
Los momentos más tensos se vivieron a partir de las 07.00 horas en las inmediaciones de la plaza de Neptuno, a apenas 100 metros de la Cámara, donde los diputados debatían en sesión plenaria. Cuando acabó el pleno del Congreso, los diputados pudieron salir tranquilamente gracias al cordón policial que rodeaba el edificio. En ese emplazamiento hubo varias cargas policiales, que fueron precedidas de carreras, gritos y momentos de pánico. También hubo varias cargas policiales en las inmediaciones de la estación de Atocha, donde la policía llegó a actuar incluso en el vestíbulo de una de las paradas. Al cierre de esta edición, estos sucesos dejan un balance de 34 detenidos y 64 heridos, entre ellos, 27 policías. Uno de los manifestantes está grave y podría presentar una lesión medular. Según fuentes del Samur, este herido tenía diagnosticada una patología cervical previa que se ha podido agravar debido a una caída o golpe. Gritos de «¡No tenemos miedo!» o «¡Estas son nuestras armas!», así como insultos a los agentes formaban parte de la respuesta que los activistas daban a las cargas policiales.
El centro de Madrid se convirtió en algunos momentos en una ratonera
Para impedir la movilidad de los concentrados, los agentes se organizaron en una formación policial denominada kettle y que consiste en encapsular a los manifestantes en grupos más o menos numerosos. Para ello, la policía se sirvió de furgones y de filas de policías, que iban provistos en todo momento de numerosas protecciones, casco, escudo e incluso pistolas de pelotas de goma, que llegaron a utilizar en los momentos más tensos. Esa técnica provocó que, en los instantes de máxima tensión, el centro de Madrid se convirtiera en una auténtica ratonera, con manifestantes corriendo de un lado a otro pero sin poder escapar del cerco de la policía. De hecho, para escapar de los golpes, algunos de ellos se refugiaron en hoteles o establecimientos de la zona.
El operativo policial, que contaba con alrededor de 1.400 efectivos, cercó desde primera hora de la mañana –cuando no se había producido ningún incidente– las vías colindantes a la Cámara baja. Este despliegue perturbó las actividades diarias de las personas que trabajan en el centro de la capital, que tenía problemas para moverse por la zona, y también de los vecinos, que tuvieron que salir a la calle provistos de sus certificados de empadronamiento o facturas si querían que la policía les dejara a acceder a sus domicilios.
El cordón policial perturbó las actividades diarias de vecinos y viandantes
La respuesta de los políticos a la protesta y a cómo acabó desarrollándose también fue desigual. No obstante, mientras miles de personas se manifestaban fuera, dentro del Congreso los parlamentarios continuaron con sus actividades habituales. Desde la Cámara, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dijo que había que «distinguir entre las personas que vienen a manifestarse y los que vienen a montar jaleo». Todos los diputados de IU-ICV-CHA salvo la diputada Caridad García, que permaneció en el Hemiciclo siguiendo las intervenciones del Pleno en representación de todos ellos, se acercaron a la concentración, donde tuvieron la oportunidad de intercambiar opiniones con los manifestantes. El portavoz parlamentario de La Izquierda Plural, José Luis Centella, calificó de «desproporcionadas» las cargas policiales y acusó al Gobierno de haber generado tensión al «criminalizar» la protesta.
Durante el día, las actividades propuestas se desarrollaron con normalidad. Las manifestaciones que salieron de la plaza de España y de las inmediaciones de la estación de Atocha transcurrieron de forma pacífica. Antes, los manifestantes que llegaron de otras ciudades fueron recibidos en esos mismos emplazamientos, donde también se celebraron asambleas informativas.
– Texto elaborado con informaciones de Yeray Calvo, Christian González, Daniel del Pino, Paula Díaz, Elena Herrera, Sergio León, Joan Losa, Eduardo Muriel, Ana Pardo de Vera, Juanma Romero y Lucía Villa.
fuente:publico.es
.25S; La democracia se abre paso
Nos llamaron golpistas. Dijeron que detrás estaban la extrema derecha, mintieron en los medios de comunicación una y otra vez, amenazaron por activa y por pasiva con que iríamos a la cárcel, trajeron 1400 policías, identificaron y denunciaron por lo penal a personas que solo estaban reunidas en un parque público hablando de la convocatoria. Intentaron meternos el miedo en el cuerpo cómo nunca lo habían hecho… Y el resultado es que decenas de miles de personas salimos a la calle a desobedecer el estado de excepción impuesto por el gobierno. Ahora todos los medios de comunicación del planeta hablan de lo que ha sucedido en Madrid el 25S.
Y sabemos que no es más que el principio.
El Gobierno de Mariano Rajoy es más débil que nunca. Afronta un triple problema de magnitudes cada vez más profundas. En primer lugar, una fuerte crisis de legitimidad con respecto a la ciudadanía, y esto no sólo entre las decenas de miles de personas movilizadas el 25S, sino también entre su propio electorado. El gobierno no tiene plan alguno más allá de insistir en la política de recortes, siempre acompañada de una dinámica represiva más intensa, al tiempo que inútil. La respuesta desmedida a las movilizaciones de ayer, la clandestina salida de sus “señorías”, las patéticas declaraciones de la mayor parte de los diputados. Digámoslo claramente, un gobierno que sólo se sostiene sobre el monopolio de la violencia es un gobierno débil, moribundo, condenado.
En segundo lugar, una grave crisis del modelo territorial del Estado. Atrapado entre la postración a la troika (UE, BCE, FMI) que traduce en imposiciones políticas los dictados financieros y la desmembración de los pactos inter-élites que sostuvieron el reparto de poderes que se materializa en las Comunidades Autónomas, el gobierno central es poco más que un espantajo. A duras penas, puede mantener ya cierta unidad de acción con las élites territoriales, tal y como se muestra ahora con la “amenaza” de independencia por parte de CIU, capaz de movilizar (en un proyecto descaradamente neoliberal y oligárquico) a buena parte de la sociedad catalana. En este caso, la debilidad ya no es sólo la de este gobierno, sino del arreglo institucional, en su conjunto, que viene heredado de la Transición, al tiempo que nos muestra la necesidad de construir un nuevo modelo de democracia política y económica.
Por último, el gobierno se ha demostrado incapaz de enfrentarse a la Troika ydefender los intereses de su propia población, en alianza con el resto de los países de la periferia. Dicho de otro modo, el gobierno no ha dejado de obedecer las órdenes de los poderes financieros, que permanentemente obligan a profundizar la crisis social. En este marco, no hay más salida posible que la recesión y el empobrecimiento. Aquí deberemos seguir atentos, pues seguramente el viernes o el sábado, a más no tardar, conoceremos las contrapartidas que exige la Troika al nuevo rescate: reducción de la prestación del desempleo, aumento de la edad de jubilación, venta de activos y bienes comunes y nuevos recortes en los derechos de los trabajadores públicos. Hoy mismo la prima de riesgo se ha disparado muy por encima de los niveles de estos días, en lo que bien puede ser un recordatorio de la Troika, mediante la suspensión del programa de compra de bonos soberanos, de que el programa de contrapartidas impuestas por las finanzas está por encima de cualquier “concesión” a las demandas de la ciudadanía.
Lo que hemos vivido hoy en las calles de Madrid ha sido una primera prueba de la potencia de la organización colectiva. Nos situamos en el comienzo de un probable ciclo de movilizaciones al que, sin embargo, aún no se han unido de forma masiva ni los empleados públicos ni los pensionistas. Debemos reconocerlo, la movilización del 25S ha tenido un claro sesgo generacional: la generación que no tiene vivienda, renta, empleo, que no ha votado la Constitución y que tampoco se siente legitimada por los pactos que han dado cuerpo a este modelo de Estado. Y sin embargo, es de esperar que la serie de medidas que a buen seguro tendrá que aprobar el gobierno anime a muchos más a sitiar el Congreso. Porque el problema es político, nuestra tarea sigue consistiendo en reunir la potencia social necesaria para detener el expolio común. Porque el problema es político, tenemos que conseguir volver a materializar la misma alianza que se viviera en las jornadas de julio, donde 15M, funcionarios de todo tipo, pensionistas, trabajadores de la educación, la sanidad y una multitud que acudía allí sin más adjetivos que su nombre propio se reúna, de nuevo, para señalar al actual ordenamiento constitucional, al bipartidismo imperante, a unas instancias de representación caducas, que la democracia es otra cosa. Y que en este país, y en Europa, está por inventar.
La delegación de gobierno de Madrid puede decir que había 6.000 personas movilizadas, puede hablar de golpismo, o puede compararnos con Tejero, pero su realidad y la nuestra caminan por realidades separadas. La inteligencia puesta en red tiene su propia capacidad para autonarrarse y no necesita mecanismos que “la representen”. Se trata de un buen ejemplo de la crisis de esta forma de Estado, que cada vez se parece a una dictadura. Por eso, debemos gritarle una vez más: no somos espectadores, no nos representan.
El 25S ha terminado. Ahora viene lo mejor. El primer paso hoy a las 19h de nuevo en Neptuno, para demostrarles que seguimos adelante.
fuente:http://madrilonia.org